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Aunque su padre era un trapecista griego y él nació en Huelva, Ángel Cristo tenía ascendientes en Valencia y su vida siempre estuvo muy ligada a la ciudad. De Valencia hizo durante sus años de esplendor el "cuartel general" de su circo y bajo su carpa se casó con Bárbara Rey. Del domador quedan recuerdos en el Cementerio General, donde descansan los restos mortales de su padre y su madre y donde hizo construir un panteón que sin embargo quedó inacabado.

Comenzaban los años 80 y Cristo, por aquel entonces un empresario con éxito con su Circo Ruso, encargaba al arquitecto Juan José Ferrer Gila el diseño de un panteón para él y su primera esposa, Renata, una domadora de elefantes alemana. Era un mausoleo muy especial. Con forma de carpa, el ángel de la muerte en bronce sobre el frontispicio y dos leones de hormigón custodiando la entrada. El encargo, para el que Ferrer Gila recabó la colaboración del escultor Ramón de Soto, se completaba con un sarcófago en cuya tapa debían esculpirse las figuras de Cristo y su primera esposa, muriendo en sus brazos.

De Soto recuerda que, cuando el domador, vio aquella escultura -"muy romántica"- en su taller, se emocionó y se echó a llorar. Al artista le sorprendió esa dualidad en su carácter: "era un hombre muy afable y tenía esas dos caras, parecía un hombre duro pero a la vez era tierno".

Aquella cubierta nunca se colocó. Aun duerme en los talleres del autor. Ángel Cristo conoció a Bárbara Rey y ella, según la versión del escultor, no estaba dispuesta a consentir que descansara para siempre junto a otra mujer. El contrato, que sólo era verbal, se rompió. Se cobró parte del trabajo, los materiales y poco más. El panteón sigue allí, inacabado, sin una sola inscripción. Cristo será enterrado finalmente en Madrid.